De la chicha en cacho al intento de golpe que corrió un “18″: grandes mitos y curiosidades de las Fiestas Patrias
¿La primera imprenta?
Pocos saben que para asistir al cabildo abierto del 18 de septiembre de 1810, el día en que proclamó la Primera Junta de Gobierno (y no la Independencia de Chile como se suele confundir a menudo), se repartieron 437 invitaciones entre los vecinos notables de Santiago. La mayoría, por supuesto, concentradas en partidarios del proceso, aunque a la cita llegaron 350.
Una curiosidad es que las invitaciones al cabildo abierto estaban impresas, a contrapelo del dato de que la primera imprenta de tipo móvil llegó al país tiempo después. Así lo explicó hace un tiempo el historiador Cristián Guerrero Lira. A su juicio, esa información “desmiente que la primera imprenta haya llegado a Chile en 1812. De hecho ya se habían editado libros en Santiago, pequeños, rústicos, pero había imprenta”. Quien se encargó fue el tipógrafo José Camilo Gallardo, quien tres años después se ocupó de imprimir los ejemplares de El Monitor Araucano, el segundo diario editado en el país.
El origen de la chicha en cacho
La primera parada militar, tradición que marca la celebración del Día de las Glorias de Ejército, ocurrió en 1832. En esa ocasión, fue organizada por iniciativa del entonces ministro del Interior, Guerra y marina, Diego Portales Palazuelos. A diferencia de nuestros días, en esa vez se celebró el mismo día 18.
Fue el Presidente Ramón Barros Luco (el mismo que inventó el apetitoso sándwich que lleva su apellido) quien por medio de la Ley Nº2.977, firmada el 28 de enero de 1915, decretó que el Día de las Glorias del Ejército sería el 19 de septiembre, y no el 18, y que por lo tanto, la Parada militar se realizaría ese día.
Una de las tradiciones del evento, es la del brindis con chicha servida en un cacho. La primera vez que esta se realizó fue en 1948, siendo presidente Gabriel González Videla. Bajo una copiosa lluvia, el serenense realizó un brindis con un cacho que le fue entregado por un huaso llamado Enrique Quinteros. El primer mandatario bebió el trago de buena gana y la anécdota dejó tal impresión que se decidió mantenerla a lo largo de los años.
Cuando el “18″ se celebraba más de una vez
Solo desde 1837 se estableció el 18 de septiembre como única fecha de las Fiestas Patrias. Hasta 1823, las festividades patrióticas eran tres: 12 de febrero, 5 de abril, y el 18 de septiembre. Es decir, una celebración por cada una de las fechas relevantes durante el proceso emancipatorio: proclamación de la independencia, la batalla de Maipú y la conformación de la primera junta nacional de gobierno, respectivamente.
Sin embargo, en 1824, bajo el gobierno de Ramón Freire, las fiestas se rebajaron a dos fechas: 12 de febrero y el 18 de septiembre. Una situación que tiempo después gatilló algunas dificultades y comenzó a generar en la elite la idea de acotar las fiestas a una sola jornada. “El grupo dirigente era consciente que restringiendo la posibilidad de ocio mediante la reducción de ciertos feriados, lograría ejercer un fuerte control en los pocos días que iban quedando como tales, y probablemente evitar que estos derivaran en desórdenes”, explica la historiadora Paulina Peralta en su clásico ¡Chile tiene fiesta! El origen del 18 de septiembre 1810-1837.
Pero en la decisión de rebajar las Fiestas Patrias a un solo día, también jugaron las tensiones políticas del momento. “Básicamente por una suerte de reacción contraria a O’Higgins pues había varias celebraciones en las que se le rendía homenaje, como el 5 de abril y el 12 de febrero”, explicó Guerrero Lira a Culto. “Existiendo gobiernos posteriores contrarios a él aparecía extraño que se mantuviesen esas festividades. Entonces, tiempo después se optó por dejar solamente el 18 de septiembre puesto que desde 1811 se celebraba esa fecha, e incluso el mismo O’Higgins la calificaba como la del inicio de la revolución”.
Una pelea de hermanos que obligó a correr el “18″
El primer aniversario del “18″, en 1811, se celebró de forma solemne. Manuel Antonio Talavera, considerado uno de los primeros cronistas de la era independentista (adscrito al bando realista), escribió en un testimonio disponible en la colección de fuentes en línea de la Universidad de Chile: “El mismo día 18 se celebró el cumpleaños de la Junta con misa solemne, sermón, Te Deum, y tres salvas de artillería, con más dos días de iluminación y dos noches de fuegos, mucha música en un tabladillo que se hizo en la plaza mayor; consecutivamente dos tardes de fuego de cabezas en el conventillo”.
Pero al año siguiente, con el proceso más avanzado, ya había tensiones entre los patriotas. Incluso en el seno del gobierno; José Miguel Carrera, a la cabeza tras encabezar un golpe de estado en septiembre de 1811, sumaba aliados pero también detractores. Uno de ellos, su hermano el brigadier Juan José Carrera, mayor que él por 3 años.
“Le persuadieron que mi conducta era loca, que con más política se haría mucho más, que en lugar de un joven que debía ponerse en el gobierno a un hombre maduro y capaz de borrar algunas malas impresiones que yo había producido”, explica el prócer en su Diario Militar. Pero a continuación, advierte un detalle: “Juan José nunca pudo llevar con paciencia verse mandado por mí, siendo menor que él”.
Esa tensión, aseguran Talavera e historiadores como Diego Barros Arana, provocó que la celebración del “18″, ese año se corriera al 30 de septiembre. Carrera, fiel a su ideal, ordenó tres días de fiestas, incluyendo un baile en La Moneda, al que Juan José no asistió ¿el rumor? que esa noche, él mismo encabezaría un alzamiento contra su propio hermano. “Aunque el 30 de septiembre se celebró con toda pompa el aniversario que debió celebrarse el 18, no asistió Juan José ni su oficialidad, sin duda para que temiendo el pueblo se encerrase en sus casas y todo fuese triste. Luis [Carrera, el otro hermano] y yo pusimos sobre las armas los cuarteles de nuestro mando, y logramos que todo fuese completo”, cuenta José Miguel en su diario.
Con un par de las invitadas vestidas a la usanza de los indígenas (”para exaltar más bien su patriotismo”, según Talavera) la fiesta se extendió hasta las 6 de la mañana, pero nada ocurrió.
Días después, cuenta Carrera en su diario, se logró llegar a un entendimiento gracias a la mediación del cónsul estadounidense en Chile, Joel Roberts Poinsett. “Nos juntamos en casa de Poinsett el padre Camilo Henríquez, el Doctor [Jaime] Zudáñez, don Francisco [Antonio] Pérez, Juan José, Luis y yo -cuenta José Miguel en su Diario-. Apenas nos vimos, volvimos a amistarnos, y ya no se acordó de otra cosa que de buscar los medios para reformar el Gobierno, y dar un nuevo ser a nuestra revolución”.